Desde tiempos antiguos, la humanidad ha cultivado y utilizado la planta de cannabis por sus diversos beneficios, tanto medicinales como industriales. Hoy en día, estamos redescubriendo el potencial terapéutico de una de sus principales sustancias: el cannabidiol, o CBD.
El cannabis, compuesto por las especies Cannabis Sativa y Cannabis Indica, contiene más de 80 cannabinoides distintos, siendo el tetrahidrocannabinol (THC) y el cannabidiol (CBD) los más conocidos. Mientras el THC es famoso por sus efectos psicoactivos, el CBD es no psicoactivo, lo que significa que no produce esa sensación de “colocón” asociada con el consumo de cannabis recreativo.
Las diferencias entre las cepas de la planta determinan las concentraciones de THC y CBD. Mientras las plantas de cáñamo se cultivan principalmente por sus altos niveles de CBD, las plantas de marihuana recreativa tienen mayores concentraciones de THC. Es importante destacar que, para ser legal, el cáñamo industrial debe contener menos del 0,3% de THC, siendo esta la planta de la cual se extrae el aceite de CBD.
Las diferencias entre las cepas de la planta determinan las concentraciones de THC y CBD.
A lo largo de la historia, diversas culturas han empleado el cannabis para tratar una variedad de dolencias, desde el dolor y la epilepsia hasta las náuseas y los vómitos. Sin embargo, su uso terapéutico fue restringido en Estados Unidos en la década de 1930 y posteriormente catalogado como una sustancia ilegal en 1970. A pesar de esto, el interés en los cannabinoides, especialmente en el CBD, ha crecido considerablemente en los últimos años.
Numerosos estudios han demostrado el potencial del CBD en el tratamiento de una amplia gama de trastornos neurológicos, incluyendo la reducción de convulsiones en casos de epilepsia. Además, se ha observado que el CBD tiene efectos ansiolíticos y antidepresivos, lo que lo convierte en una opción prometedora para el manejo de la ansiedad y el insomnio.